Medidas clave en la prevención de la exposición laboral al amianto

Durante gran parte del siglo XX, el amianto fue aclamado como un material milagroso por sus propiedades aislantes, resistencia al calor y durabilidad. Se utilizó extensamente en la construcción, industria naval, ferroviaria y automotriz. Sin embargo, con el tiempo se descubrió que la exposición a sus fibras microscópicas tiene efectos devastadores para la salud humana.
Categoría: Noticias
05/11/2025

Durante gran parte del siglo XX, el amianto fue aclamado como un material milagroso por sus propiedades aislantes, resistencia al calor y durabilidad. Se utilizó extensamente en la construcción, industria naval, ferroviaria y automotriz. Sin embargo, con el tiempo se descubrió que la exposición a sus fibras microscópicas tiene efectos devastadores para la salud humana. A pesar de la prohibición de su uso en la mayor parte del mundo, su legado persiste en estructuras, instalaciones y productos fabricados antes de la legislación restrictiva.

La exposición laboral al amianto es hoy día una de las principales causas de enfermedades profesionales graves, especialmente en sectores como la construcción, demolición, mantenimiento industrial y residuos. Su peligrosidad radica en que las fibras son invisibles al ojo humano y pueden quedar suspendidas en el aire, inhalándose sin que el trabajador lo perciba.

Desde PrevenZiona, especialistas en protección laboral, insistimos en la necesidad de adoptar medidas proactivas y estrategias eficaces para reducir la exposición a este agente cancerígeno, alineando las actuaciones con la normativa vigente y las mejores prácticas en el entorno profesional. En este contexto, este artículo pretende servir como una guía práctica para comprender el problema y aplicar medidas eficaces de prevención, basadas en la normativa vigente, la evidencia científica y las buenas prácticas en el entorno laboral.

 

Origen del problema

El uso intensivo del amianto comenzó en el siglo XX debido a que fue considerado un material milagroso por sus propiedades térmicas, acústicas y de resistencia al fuego. Su bajo coste y versatilidad favorecieron su uso masivo hasta que se evidenciaron sus consecuencias para la salud. Pero, desde mediados de siglo se empezó a asociar con enfermedades pulmonares en trabajadores expuestos, lo que impulsó una serie de prohibiciones progresivas, comenzando por los países nórdicos en los años 80 y culminando en España en 2002 con la prohibición total de su uso. La comunidad científica confirmó que las fibras de amianto son altamente cancerígenas y que la exposición, incluso en niveles bajos y esporádicos, puede desencadenar patologías mortales.

Sin embargo, el riesgo persiste. Muchos materiales con amianto siguen en uso y representan un peligro cuando se deterioran o son manipulados sin medidas preventivas. La exposición actual no proviene del uso nuevo, sino del legado de infraestructuras contaminadas.

 

Qué es el amianto y qué efectos tiene sobre la salud

El amianto es un mineral natural del grupo de los silicatos que, al fragmentarse, forma fibras microscópicas que pueden mantenerse suspendidas en el aire. Estas fibras, al ser inhaladas, pueden llegar hasta los alveolos pulmonares. Se clasifica en dos grupos principales:

  • Serpentinas: Donde se encuentra el crisotilo o amianto blanco, el más utilizado.
  • Anfíboles: Incluye variedades como la crocidolita (amianto azul), amosita (marrón), actinolita, tremolita y antofilita. Son más peligrosos por su forma y persistencia en el organismo.

El peligro del amianto radica en la liberación e inhalación de estas fibras, que pueden acumularse en los pulmones e inducir enfermedades crónicas y mortales incluso muchos años después del contacto. Entre las enfermedades más graves asociadas se encuentran:

  • Asbestosis: Una enfermedad pulmonar crónica causada por la cicatrización del tejido pulmonar debido a la exposición prolongada.
  • Mesotelioma: Un tipo de cáncer agresivo que afecta la pleura (membrana pulmonar) y que se asocia casi exclusivamente con el amianto.
  • Cáncer de pulmón: La exposición al amianto incrementa de manera significativa el riesgo, sobre todo si se suma al tabaquismo.

El nivel de riesgo derivado de la exposición al amianto depende de múltiples factores:

  • Tipo y cantidad de fibra: Los anfíboles son más peligrosos que el crisotilo. Cuantas más fibras se liberen, mayor será el riesgo.
  • Friabilidad del material: Los materiales friables, que pueden deshacerse con facilidad al tacto, liberan más fibras al ambiente.
  • Duración y frecuencia de la exposición: A mayor tiempo y número de exposiciones, mayor probabilidad de desarrollar enfermedades.

Además, la latencia de las enfermedades asociadas, que puede superar los 20 o 30 años, favorece una peligrosa subestimación del riesgo por parte de trabajadores y empleadores. Por todo ello, es fundamental conocer la naturaleza del amianto y adoptar medidas preventivas eficaces desde el primer contacto potencial.

¿Dónde se encuentra el amianto?

Aunque el uso del amianto está prohibido en España desde 2002, su legado sigue presente en numerosos sectores y materiales. Durante décadas, este mineral se empleó de forma masiva por sus propiedades térmicas, químicas y mecánicas, lo que ha provocado que hoy día se encuentre en múltiples entornos laborales, especialmente en trabajos relacionados con mantenimiento, reforma o demolición. Entre los sectores con mayor probabilidad de exposición se encuentran:

  • Construcción: Es el principal sector afectado, ya que durante gran parte del siglo XX el amianto fue utilizado en una gran variedad de productos constructivos. Trabajos de derribo, corte, perforación o sustitución de materiales antiguos pueden liberar fibras al ambiente si no se toman las debidas precauciones.
  • Industria naval y ferroviaria: El amianto fue ampliamente empleado en recubrimientos térmicos, aislamientos de salas de máquinas, revestimientos ignífugos y componentes mecánicos. Aunque muchas instalaciones han sido renovadas, aún pueden encontrarse estructuras antiguas con presencia activa de amianto.
  • Sector automotriz: Hasta los años noventa, era frecuente su uso en embragues, pastillas de freno, juntas de estanqueidad y otros elementos de fricción o sellado. Algunos vehículos y máquinas antiguas aún conservan piezas con amianto.

En estos casos, los trabajos que impliquen el contacto con materiales antiguos deben partir de una evaluación preventiva exhaustiva y aplicar el principio de precaución ante cualquier indicio de posible presencia de amianto.

Por otra parte, los materiales que contienen amianto (MCA) están presentes en múltiples formas, con diferentes concentraciones y grados de friabilidad. Su peligrosidad depende en gran medida de su estado de conservación, del tipo de amianto que contienen y del tipo de manipulación al que se someten. Entre los materiales más frecuentes destacan:

  • Placas onduladas de fibrocemento: Utilizadas comúnmente en cubiertas, techos de naves, garajes y cobertizos. Se trata de uno de los materiales más extendidos y reconocibles.
  • Aislamientos térmicos y acústicos: Se aplicaban para proteger instalaciones contra el calor y el ruido, especialmente en calderas, conducciones de vapor, hornos o cámaras de combustión.
  • Canalizaciones de agua: Muchas redes de abastecimiento y saneamiento construidas antes de los años 90 contienen tubos de fibrocemento con amianto.
  • Recubrimientos de tuberías: En instalaciones industriales, las conducciones térmicas solían estar cubiertas con mantas, cordones o materiales proyectados con alto contenido en amianto.
  • Revestimientos ignífugos: El amianto se utilizó en pinturas, morteros y paneles ignífugos para prevenir la propagación del fuego en paredes, techos y estructuras metálicas.
  • Azulejos, pinturas, colas o suelos vinílicos: Algunos adhesivos, baldosas y revestimientos plásticos contenían amianto como componente estabilizante o ignífugo, especialmente en suelos de PVC.
  • Frenos, embragues y juntas: El sector del automóvil fue uno de los mayores usuarios de amianto para la fabricación de productos sometidos a altas temperaturas y fricción.

Muchos de estos materiales aún permanecen ocultos en edificaciones antiguas y no siempre son fácilmente identificables a simple vista. Por este motivo, la correcta localización y caracterización de los MCA debe ser siempre el primer paso antes de intervenir sobre cualquier estructura construida antes del año 2002.

 

Legislación europea y española

La exposición laboral al amianto está regulada por un marco legal estricto tanto a nivel europeo como nacional, cuyo objetivo es garantizar la protección de la salud de los trabajadores. A pesar de su prohibición en España desde 2002, su presencia en estructuras y materiales antiguos sigue exigiendo el cumplimiento riguroso de estas normativas.

A nivel europeo, la Directiva 2009/148/CE establece las medidas básicas de protección frente al amianto, incluyendo:

  • Límite de exposición de 0,1 fibras/cm³.
  • Obligación de evaluar los riesgos antes de cualquier trabajo que pueda generar exposición.
  • Notificar a las autoridades las actividades susceptibles de liberar fibras.
  • Formación específica y periódica para los trabajadores, así como el control ambiental mediante mediciones reglamentadas.

En España, esta directiva se transpone mediante el Real Decreto 396/2006, de 31 de marzo, que regula los trabajos con riesgo de exposición al amianto. Entre sus exigencias se encuentran:

  • Elaboración de un plan de trabajo aprobado por la autoridad laboral.
  • Intervención exclusiva de empresas inscritas en el RERA (Registro de Empresas con Riesgo por Amianto).
  • Vigilancia específica de la salud para los trabajadores expuestos, cuyos historiales médicos deben conservarse durante al menos 40 años.

Además, la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados incorpora una obligación adicional para las administraciones públicas: Antes de 2028, deberán inventariar los materiales con amianto en sus inmuebles y establecer un calendario para su retirada segura. Esta medida, aunque dirigida al sector público, refuerza la necesidad de identificar el amianto como paso previo a cualquier intervención constructiva o de mantenimiento.

En conjunto, este marco legal exige no solo el cumplimiento formal de la normativa, sino también una actitud preventiva activa por parte de empresas y responsables técnicos, que garantice entornos laborales seguros frente a un agente cancerígeno que sigue presente en numerosos espacios de trabajo.

 

Concienciación y percepción del riesgo

Uno de los mayores retos en la prevención de la exposición al amianto es la baja percepción del riesgo entre muchos trabajadores y empresas. El hecho de que el amianto ya no se utilice ha generado la idea errónea de que el peligro ha desaparecido, cuando en realidad miles de edificios, instalaciones y equipos aún contienen materiales con amianto que pueden liberar fibras si se manipulan sin precaución.

Este desconocimiento es especialmente preocupante en sectores como la construcción, rehabilitación, mantenimiento o automoción, donde con frecuencia se trabaja sobre materiales contaminados sin identificarlos previamente. La exposición puede producirse sin que el trabajador lo sepa, lo que refuerza la necesidad de medidas preventivas bien integradas.

Ante esta situación, la concienciación y la cultura preventiva se convierten en herramientas esenciales para reducir la exposición. Fomentarlas no es una opción, sino una necesidad estratégica y legal. Las empresas deben asumir un compromiso activo con la prevención, integrando una serie de medidas fundamentales:

  • Formación continua y específica: Los trabajadores deben recibir formación periódica adaptada a su actividad sobre cómo identificar materiales con amianto, prevenir riesgos y usar correctamente los equipos de protección.
  • Campañas de información y sensibilización: Es vital divulgar, a través de medios accesibles, información clara sobre los riesgos del amianto y su posible presencia, especialmente en colectivos más expuestos.
  • Protocolos de trabajo estandarizados: Toda empresa debe contar con procedimientos claros ante la sospecha de amianto, incluyendo paralización de trabajos, análisis técnico y actuación de empresas autorizadas.
  • Uso adecuado de EPIs y medidas colectivas: La protección individual y colectiva debe aplicarse correctamente, con equipos adecuados, sistemas de ventilación o técnicas húmedas para evitar la liberación de fibras.
  • Notificación y registro de materiales sospechosos: Los trabajadores deben poder informar sin trabas sobre materiales sospechosos; esta información debe registrarse y derivar en una evaluación preventiva inmediata.

En definitiva, mejorar la percepción del riesgo no es solo una cuestión legal, sino un paso imprescindible para evitar enfermedades graves y garantizar entornos laborales seguros frente a un agente cancerígeno que, aunque oculto, sigue presente.

Buenas prácticas preventivas

Cuando se confirma o se sospecha la presencia de materiales con amianto (MCA), es fundamental aplicar una serie de buenas prácticas preventivas que minimicen la liberación de fibras al ambiente y protejan la salud de los trabajadores. Estas medidas deben formar parte del plan de trabajo específico, ser ejecutadas por personal formado y supervisadas conforme a la normativa vigente.

Entre las buenas prácticas destacan:

  • Evitar la manipulación de materiales con amianto siempre que sea posible: En caso de que no se pueda evitar su intervención, se debe optar por técnicas que reduzcan al máximo la emisión de polvo, priorizando siempre la seguridad sobre otros criterios como la rapidez o el coste.
  • Usar EPIs específicos es obligatorio:
    • Mascarillas con filtro P3, que garantizan una alta eficacia de filtrado de partículas peligrosas.
    • Monos desechables tipo 5/6, que impiden el contacto de las fibras con la ropa o la piel.
    • Guantes resistentes y desechables, que eviten la contaminación cruzada durante la manipulación.
  • Humectación del material antes de su retirada: Trabajar en húmedo reduce significativamente la liberación de fibras al aire
  • Usar de aspiradores con filtro HEPA, homologados para recoger polvo de amianto sin volver a liberarlo al ambiente
  • Eliminación de residuos conforme a la legislación ambiental: Esto implica su encapsulado, etiquetado, transporte por gestor autorizado y eliminación en vertederos especiales.
  • Aplicar un protocolo riguroso de decontaminación personal y de los equipos utilizados, que incluya la retirada controlada de los EPIs, limpieza específica del material y, si es necesario, el uso de unidades de descontaminación portátiles.

Estas buenas prácticas, bien aplicadas, son la mejor barrera para proteger la salud de los trabajadores, garantizar entornos seguros y cumplir con las exigencias legales en materia de prevención de riesgos laborales y protección ambiental.

El amianto, pese a su prohibición legal en España y en la Unión Europea, sigue representando un riesgo real en numerosos entornos laborales debido a su presencia persistente en materiales antiguos y estructuras aún en uso. Su manipulación sin las debidas precauciones continúa generando exposiciones innecesarias que, con el tiempo, pueden derivar en enfermedades graves e irreversibles.

Este riesgo no radica únicamente en la existencia física del amianto, sino también (y especialmente) en la falta de percepción del peligro, la ausencia de formación específica, la carencia de protocolos adecuados y la debilidad en la cultura preventiva. Por ello, el enfoque actual debe centrarse en la anticipación, la evaluación rigurosa del entorno, la aplicación de buenas prácticas y la capacitación continua de todos los agentes implicados.

Identificar correctamente los materiales que contienen amianto, seguir los procedimientos establecidos por la normativa, emplear EPIs adecuados y adoptar técnicas que minimicen la liberación de fibras son medidas imprescindibles para garantizar la salud y seguridad de los trabajadores. Además, la implicación de las empresas, administraciones y profesionales de la prevención es clave para que el cumplimiento legal se traduzca en protección efectiva.

La prevención frente al amianto no admite negligencias ni atajos. Solo mediante una actuación consciente, planificada y responsable podremos reducir el impacto de este peligro oculto y avanzar hacia entornos laborales más seguros, sostenibles y saludables.

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